23 de abril de 2011

Ojos




Ojos

Sevilla, 2010


La vuelta del teniente

El teniente psicólogo Martínez tardó dos meses en recuperarse de aquella noche de infauso recuerdo (ver: La argolla). Pasó catorce días en el Hospital de Valme con la entrepierna en observación, y mes y medio en casa inventando remedios caseros para evitar cualquier erección de madrugada. A pesar de los muchos cuidados que recibió, el pene del teniente nunca se recuperó del todo.



Estado en que quedó el pene del teniente psicólogo Martínez


Al tercer mes ya pudo orinar sin que le escociera apenas. Poco a poco, su vida volvió a la normalidad, y entre cremas y revisiones médicas conseguía sacar tiempo para continuar con el "asunto 3003" (ver: Chatarra Robot). Se sumergía en los informes para olvidar el vergonzoso lance de la argolla, pero no era capaz de superar su propio recuerdo.

Por fin llegó el día en que tuvo que volver al trabajo en el aeródromo sevillano de Tablada, y el teniente Martínez se preparó a conciencia para soportar las burlas de sus compañeros militares. Nada más cruzar la valla de entrada notó las miradas de desprecio y las risas entrecortadas de todos. "Le ha castigado el Señor", comentaban los reclutas de la Base a su paso, mientras el pobre Martínez trataba de disimular mirando hacia otro lado.

Cuando entró en el barracón del robot, notó que habían cambiado muchas cosas: no se veía tanta chatarra amontonada; todo estaba más diáfano allí dentro. "¿A dónde habrán ido a parar las piezas del 3003 que faltan?" se preguntaba. En la mesa de la sala de operaciones, dos técnicos de CASA ataviados con batas blancas montaban lo que parecía una unidad PUKOT, el mecanismo de desplazamiento del robot.


Unidad de desplazamiento PUKOT de fabricación alemana.


Si estaba en lo cierto, aquel descubrimiento suponía... podía suponer que... ¡que estaban montando el robot otra vez! Emocionado, se dirigió hacia la enorme mesa metálica. Al pasar su mirada sobre ella vio algunas piezas del robot similares a la argolla que él robó, y un estremecimiento helado recorrió todo su cuerpo. Los técnicos militares se dieron perfecta cuenta del detalle:

- Tenga cuidado con esas piezas, mi teniente, - le advirtió uno de los hombres con evidente sorna. - Algunas argollas pueden llegar a ser muy peligrosas.

(Publicado en Anotaciones propias el 21 de marzo de 2011)



La argolla

El teniente psicólogo Martínez tardó varias semanas en digerir todo aquel asunto del desguace del robot (ver: Chatarra Robot). Sufría pesadillas en las que se sentía sepultado por montones de chatarra, especialmente cuando cenaba mucho. Tantas noches se repitió aquel aplastante sueño, que decidió poner bajo su almohada lo que se había convetido para él en un verdadero talismán desde que visitó el barracón del Aeródromo de Tablada: una argolla perteneciente al robot 3003 que había cogido disimuladamente de la mesa de operaciones de los técnicos de CASA.



Pieza del 3003 sustraída por el teniente Martínez

Así pasó varias noches, empuñando la brillante argolla bajo la almohada solitaria. Aquella postura le ayudaba a dormir, y no se paró a analizar lo irracional de su propia actitud. Hasta que una noche la pesadilla cambió: en vez de soñar con montones de chatarra y desguaces de carretera, pasó la madrugada en frenética actividad sexual penetrando aquella pieza metálica, que había ido a parar a su pantalón sin que pudiera explicarse cómo.

Lo cierto es que un enorme calor en la entrepierna hizo que despertara violentamente. Entre fantasías sexuales y botones de pijama, su pene se había introducido en la diminuta argolla del 3003 y, víctima de una erección nocturna, parecía estar a punto de estallar. El teniente psicólogo Martínez se echó a llorar al ver que su miembro estrangulado había aumentado desmesuradamente de tamaño. Sin poder extraer la argolla, y sintiendo las venas ya reventonas, llamó a una ambulancia y corrió hacia la ducha. A las cuatro de la mañana fue trasladado desnudo, con sus partes metidas en una bolsa de hielo, hasta el Hospital de Valme. "Cosas de vivir solo" , comentó una vecina que no perdió puntada durante toda la noche.








Todo esto dicen los reclutas del aeródromo de Tablada que le ocurrió al teniente psicólogo Martínez por querer pasarse al robot 3003 por los cojones. Otros dicen que fue por coger lo que no era suyo, o simplemente por ser un gilipollas integral.

Pero estos reclutas tampoco merecen tanta credibilidad.

(Publicado en Anotaciones propias el 1 de marzo de 2011)