18 de diciembre de 2009

La búsqueda (IV): Torrotrón

EN CAPÍTULOS ANTERIORES: 3003 oye hablar a unos gitanos sobre un tal Robot Amador, y un lugar, las 3000. Decide buscar a este posible compañero, pero la cosa no sale bien y en vez de encontrar al robot, encuentra la Manglis Compás Machine, que también mola, pero no es lo mismo. Un tiempo después inicia una nueva búsqueda: unos seres extraños, los piolines, aseguran ser humanoides. El aspecto de los piolines es tan aterrador, que decide no arriesgarse en esta nueva aventura.

Acabé bastante desanimado y descontento de mí mismo, pero ¡cualquiera se mete con esos piolines destroyers! Así permanecí algún tiempo, vagabundeando por el Aljarafe sevillano. La sed que da el campo con el frío es más o menos la misma que cuando hace calor, aunque se suda menos. Y por estas tierras de Dios había mollate nuevo por todos lados. No os digo más. Estando en Umbrete (o en Gines, no recuerdo bien), y entre mostito y mostito capté una melodía procedente de no sé dónde, que me hizo enfocar de nuevo la labor que había iniciado algunos meses antes. Esta labor era más que humanitaria, robótica. La musiquilla de la que os hablo viene a continuación:




Mi reproductor de última generación captaba las notas con extrema nitidez. Hablaban de una robotina marciana, pero alguien se había tomado la molestia de encriptar el nombre de la canción. ¿Por qué lo habría hecho? Todo esto me resultaba cada vez más intrigante.

En las labores de encriptamiento o encriptaje, que de las dos formas se puede decir, nadie es perfecto, ni siquiera yo (con perdón), y el reproductor goear sí fue capaz de ofrecer un nombre con suficiente claridad: Tomasito. Era una pista.

Rastreé todo tipo de frecuencias, analicé cada rincón de la web, y lo que pude encontrar fue realmente desconcertante: ¿back in black?


Tomasito: Back in Black
TERRITORIOS. Sevilla (2009)

Mis procesadores registraban datos contradictorios: algo no encajaba aquí. Temí que se tratara de interferencias, o algo mucho peor: que me hubiese caducado algún microchip. Desde luego arte tenía el tal Tomasito, no se podía pedir más... O sí!


Tomasito: Argitano, el cocinero cantante (2006).

Este documento me dejó ano-nadado, que son dos palabras que juntas suenan mal, pero que por separado dan verdadero asco. ¿Qué estaba pasando? ¿Era este Tomasito un robot? ¿Era cocinero? ¿Me estaba sentando mal tanto mosto?

En un esfuerzo supremo, que me costó chamuscar una unidad pukot valorada en 700.000 pesetas, pude captar una anuncio radiofónico sobre un homenaje póstumo a no sé quién, un tabernero jerezano que Dios tenga en su gloria. El tal Tomasito iba a asistir al evento. Era mi oportunidad.

Unidad pukot inservible. Necesitaron tres meses para traer otra de Heidelberg (Alemania).

Otra vez carreras para trasladarme a Madrid y poder asistir al evento: horas perdidas sacando auriculares de sus cajitas en el vagón almacén del AVE, otra vez Castellana parriba y Gran Vía pabajo, pero al fin allí estaba, y pude ver a Tomasito en directo.



Tomasito en el Homenaje a Miguel Candela.
SUMMA FLAMENCA. Madrid (2009)

Conseguí acercarme bastante al artista, pero cuando iba a presentarme para entablar conversación con él, dos gorilas agitanaos me cogieron y me llevaron en volandas hasta una furgoneta que había aparcada en un callejón trasero, me montaron a la fuerza y de allí hasta La Elipa, donde les esperaban sus compinches. Empezaron a desguazarme sin mediar palabra entre ellos, y hubiera acabado vendido por piezas en el Rastro al día siguiente de no ser porque unos policías captaron en su emisora mi desesperada señal de socorro.
Y es que yo emito señales. Me lo dicen todas la mujeres.