25 de septiembre de 2010

El sueño del robot

A partir de las dos de la tarde el robot suele desconectar un poco, porque hay pocos mensajes que transmitir o traducir, y porque los mandos militares se van a sus casas para almorzar.

A esa hora, en el viejo barracón del Aeródromo de Tablada entra el sol sin ganas, calentando lo justo para producir un cierto sopor hasta en máquinas tan insensibles como el 3003. Poco a poco, el robot resbala por el tobogán de la modorra sureña. Sus cables y sensores aletargados le transportan entonces a un mundo mejor; un mundo en el que los robots puedan tener (rrrrrrrrrrrr) y zonas de ocio, disfruten de libertad de información y de opinión (rrrrrrrrrrrr) los derechos del robot trabajador y se legalice la insumisión militar (rrrrrrrrrrrr) humanos y robots compartiendo juntos una vida digna...

Grrrrrrrrrrrr...
Grrrrrrrrrrrr...
Grrrrrrrrrrrr...
Grrrrrrrrrrrr...
Grrrrrrrrrrrr... ¡clic!