25 de mayo de 2010

La muerte de Angelita

Dicen que los moribundos ven pasar toda la vida ante sus ojos en un solo instante. Esto le ocurrió a Angelita. Postrada en la cama de su celda del monasterio de las Clarisas de Toledo, notaba cómo iba desapareciendo el calorcito de su pecho dejándole tan sólo un adormecimiento mortal.

Recordó su infancia junto a la familia alemana afincada en Trebujena. Convencidos de que el nacional socialismo podía ser la solución a todos los males de la decrépita Europa, ellos le enseñaron alemán e inglés y sembraron en su corazón la semilla que después brotaría en forma de militante falangista y activista antirrepublicana.

Al final de la Cruzada Nacional, recibió la misión de su vida: realizar labores de espionaje en el escenario mediterráneo de la Segunda Guerra Mundial. Lamentablemente, durante su estancia en Libia contrajo algunas enfermedades debidas a los gases y productos toxicos que abundaban entre el material bélico, y que acabarían mermando para siempre su salud.


Unidad 30 A-03

La vuelta a España y la custodia del 3003 no deberían de haber supuesto ningún problema para alguien tan capacitada como ella, pero es cierto que abandonó sus obligaciones “militares” y se enfrascó de lleno en la tarea docente en Sevilla que los tecnócratas del Ministerio habían diseñado como tapadera para su vida civil.

Las alumnas del Colegio de las Esclavas de Sevilla -todas niñas bien- colmaban por completo sus anhelos de mujer vieja y sola.


Colegio de las Esclavas. Sevilla
(
Foto © Iñaki Arsíe)

El final de su carrera como agente del Ministerio supuso para ella un alivio. Sientiéndose ya enferma, deseaba la paz que le proporcionaba el retiro conventual de Toledo al que le condenaron sus superiores.

Ahora se daba cuenta de que no sentía ningún rencor hacia Pérez Villegas. En el fondo, el funcionario no había hecho sino cumplir con su deber.

Por último sonrió brevemente al 3003, la máquina que tantos quebraderos de cabeza le había producido. Recordando las peripecias del robot y sus locuras, se quedó plácidamente dormida.

Alegoría de la muerte de Angelita

Consuelo Márquez Lagares, más conocida como Angelita, expiró en Toledo la madrugada del 16 de octubre de 1980, acompañada por sus dos monjitas más allegadas y con el auxilio espiritual de un sacerdote. Tenía aproximadamente 65 años de edad. El capitán médico Fernández Sierra certificó como causa del fallecimiento "complicaciones pulmonares".