12 de abril de 2010

Los premiados


Mantener una conversación animada y lúcida es uno de los mayores retos que debemos afrontar cuando viajamos con un grupo de desconocidos. No es fácil, pero merece la pena intentarlo, porque alegra el camino y a veces se conocen personas curiosas. Todavía no sabía si aquel iba a ser el caso, porque apenas habíamos iniciado este viaje por el Marruecos Imperial por gentileza de nuestra empresa Privacost, S.L. como premio o remuneración en especie por los buenos resultados obtenidos en las ventas del primer trimestre del año.

En total íbamos trece personas en aquel viaje de empresa, diez comerciales de Privacost seleccionados de toda España (sin acompañantes) y tres conductores-guías locales que viajaban con nosotros, distribuidos en tres vehículos todo terreno que no estaban nada mal. En el nuestro viajábamos Manolo Reguera, malagueño, casado y con una hija; Pedro Monasterio, natural de Logrosán pero residente en Mostoles; Said el chofer, un moro negro con bigote muy callado, y yo. Parecían buena gente.

El paisaje era seco, polvoriento...

El paisaje era seco, polvoriento, duro. Pensé que era un buen momento para inciar una conversación animada y lúcida, para conocernos un poco mejor. Desde que bajamos del avión casi no habíamos parado ni un instante. El malagueño parecía un hombre tranquilo, cansado quizás. No hablaba mucho, pero lo hacía con mucha gracia. Tenía un ceceo que le daba a todo lo que decía un barniz de sabiduría popular. Me gustaba aquel hombre.

Sin embargo, Pedro se mostraba muy nervioso. Quería verlo todo, probarlo todo. No mantenía ninguna conversación, parecía evadirse con mucha facilidad. Nos comentó que estaba divorciado pero no tenía hijos, y que estaba ansioso por llegar a cualquier lugar, por insignificante que fuera, para hacer fotos y comprar souvenirs inútiles. Todo le parecía bello y pintoresco. Todo le fascinaba.

Los chóferes se comunicaban por walkytalky, y pasada como una hora larga de camino paramos junto a unos tenderetes que estaban en medio de la nada, con la esperanza de poder aliviar los vientres de algunos de los premiados. Es verdad que no se puede viajar con el culo apretado, porque las fotos salen movidas.


Tenderetes en medio de la nada

Los tres vehículos quedaron perfectamente alineados al pie de la carretera. Detenidos en aquel erial parecíamos una ONG catalana. Rosa Solans, una alicantina que viajaba en otro coche, salió disparada hacia las casetas destartaladas. Otros la siguieron.

Manolo y yo aprovechamos para fumar. Nos refugiamos del viento detrás de los coches, encorvándonos para poder encender el cigarrillo. Pocos segundos después teníamos a nuestro lado a un lugareño montando el chiringuito para vendernos algún souvenir.

Buscavidas autóctono

- Es increíble la rapidez con la que ha montado el tinglado. Ni lo he visto llegar. ¿Cómo es posible que tengan esa energía y a la vez sean tan pobres?, - pregunté.
- Es la voluntad de Alá, - respondió Manolo mientras se volvía discretamente para mear.