7 de febrero de 2010

Cita en Madrid

Angelita viajó a Madrid dos días antes de la cita que tenía con Pérez Villegas. Se alojó en la Pensión Talavera, cerca de María de Molina, y estuvo repasando los informes que le habían estado llegando desde todos lados: los del Centro de comunicaciones de la ciudad naval de San Fernando, los de la Comisaría de Oriente Próximo y los de sus amigos del Ministerio de Exteriores. Para estas cuestiones sus contactos en las altas esferas seguían funcionando bien.

Pérez Villegas la recibió en su despachito del viejo edificio del Ministerio del Ejército en la Plaza de Cibeles. El ambiente era totalmente hostil, como correspondía a aquel lugar.

El viejo edificio del Ministerio del Ejército

- ¿Qué ha ocurrido esta vez, Consuelo?
- Eso quisiera saber yo. Pensé que usted me lo diría.
- La Marina entera detrás de tu robot, Consuelo. Hasta el Crucero Canarias ha sido puesto en alerta.
- ¿Y por qué, si puede saberse?
- Nos han descubierto. Aquí tienes todo el informe. Estamos totalmente al descubierto. Tiene gracia, ¿no crees, "Angelita"? Somos espías espiados.

Pérez Villegas estaba literalmente empapelando a Angelita


Angelita miraba los informes con temor. Algunos de aquellos papeles ya los conocía, pero no se esperaba una noticia como esa.

- ¿Quién nos ha descubierto?,-se atrevió a preguntar.
- Parece que se trata de una banda de espionaje industrial. Agentes que actúan por su cuenta, desde Cádiz. Sospechamos que puedan estar en contacto con los ingleses en Gibraltar. La Armada detectó la filtración. Ellos dieron la alarma.

Angelita estaba paralizada. Notaba el dolor que le provocaba la rigidez de sus miembros. - ¿Qué saben?, -balbució conteniendo las lágrimas de indignación.

Pérez Villegas bajó un instante la mirada, apretó los puños y repondió con voz lenta, llena de ira: - Lo saben todo, Consuelo. Planos, piezas... todo. Han desarrollado sus propios artefactos a partir de nuestros planos para venderlos al mejor postor. Ya están en la fase de producción. Todos los secretos del robot han sido publicados delante de nuestras narices, Consuelo. ¡Y tú no te has enterado de nada!

Pérez Villegas