19 de febrero de 2010

Métodos de espionaje al descubierto

Angelita -y por supuesto, también el robot- habían pasado a ser sospechosos de espionaje, estaba claro. Los agentes de Pérez Villegas estrechaban cada vez más la vigilancia sobre ellos, hasta convertirse en una presencia invisible pero asfixiante, algo que envolvía todo lo que les rodeaba con un halo de miedo y sumisión.

En este espeluznante documento gráfico de finales del año 1965 podemos ver hasta dónde podía llegar la implacable voluntad del Régimen del general Franco. El animal que aparece en la imagen es el perro del vecino del robot 3003, que como todos sabemos, vive en una parcelita en el Aljarafe sevillano.

Los agentes del Ministerio del Interior le insertaron en una oreja hasta cuatro aparatos sensores (micrófonos y rastreadores de onda corta de fabricación alemana, utilizados habitualmente por la policía de Franco. Tecnología punta de aquella época), para poder detectar alguna comunicación del robot con agentes exteriores que delatara un posible doble juego.




Al animal le practicaron un profundo corte
abriéndole la oreja derecha en dos
para poder insertarle los sensores.



El dueño del perro denunció el hecho a la Guardia civil, pero le amenazaron con empurarle si no se callaba. Casi llegan a las manos. Al final, el Ayuntamiento intervino comprando el perro, que acabó sacrificado en la perrera municipal poco después.