24 de junio de 2011

Dudas monstruosas (III): Si los Duendes son ángeles o demonios

Sea nuestra conclusión: dichos Duendes son animales corpóreos. Pruébase esto: Estos Duendes no son Ángeles ni buenos ni malos, no son ánimas separadas, ni ánimas unidas a cuerpo, ni hombres. Luego solo resta que sean animales puramente corpóreos: la consecuencia parece llana, pues no queda otro grado, fuera de los mencionados, al que pueda pertenecer.

Que no sean ángeles buenos, se prueba así: Porque los ángeles buenos solo se ocupan en servicio del hombre, y no en cosas ridículas, bobas e inútiles, que estos que se llaman Duendes se ocupan en cosas ridículas, bobas e inútiles, como son mudar platos, dar golpes, aderezar caballos, y otras.

Que tampoco sean demonios, como lo suponen los autores, se prueba así: porque no parece verosímil que la perversidad y malignidad de los demonios se ocupe en ejercicios de ociosos, bobos e inútiles como hacen los Duendes, como son aficionarse de un niño o un caballo, y cuidar de su regalo y adorno, y otras muchas cosas que hacen, más propias de un animal simple y bobo que de una malignidad cualificada.

Extraído de:
El ente dilucidado. Discurso único, novísimo que muestra hay en naturaleza animales irracionales invisibles, y cuáles sean (1676).

Una aberración de Fray Antonio de Fuentelapeña (1628 - 1702)



21 de junio de 2011

Lecturas del mes de junio

Por fin llegó el momento que tanto esperaba el teniente psicólogo Martínez: el 18 de junio de 1979 fue citado por el capitán Lahoz para análisis de resultados y visto bueno de la reprogramación efectuada por el profesor Vohwinkel y su equipo sobre los restos recuperados del robot 30 A-03.

El teniente psicólogo Martínez en pose triunfal


Martínez tenía a su disposición -por primera vez desde que comenzó el "asunto 3003"- todos los datos almacenados en la memoria del robot. Ahora era cuestión de leerlos con detenimiento, empezando por los registros conservados de la actividad autómata del 3003 los días antes del siniestro (ver: Fuga en Tablada I y II), en busca de anomalías que demostraran que el robot tenía "sentimientos" y que planeó su propia autodestrucción.

Lahoz permitío el acceso a los documentos durante cinco días, y el teniente recibió carpetas atiborradas de informes y gráficas emitidos por "la madre" (ver: Conexión a "la madre"). A pesar de todo, Martínez sabía que nunca podría obtener un perfil psicológico completo del robot, por la imposibilidad de llevar a cabo una lectura de datos del análisis quiromántico:


Lectura de una gráfica Deisseroth de impulsos de respuesta
Resultado: OK


Lectura de las líneas de frecuencia del 3003
Resultado: OK


Lectura de las líneas de la mano del robot
Resultado: IMPOSIBLE

···
DEDICADO A ELSA
(Aunque no sean tus personajes favoritos)


14 de junio de 2011

Limbo Robot: Conexión a "la madre"

Cuando el profesor Ralf Vohwinkel se dispuso a reiniciar la unidad central de memoria del 3003, el robot había quedado reducido a una serie de procesadores informáticos conectados todos ellos a una placa central a la que llamaban "la madre".

El técnico alemán había sido discípulo del eminente doctor Karl Deisseroth en la Universidad de Heidelberg, por lo que estaba más acostumbrado a estudiar la naturaleza de los tejidos neuronales y su aplicación cibernética que a resolver problemas biomecánicos, como era el caso. A pesar de todo, hizo una labor encomiable que permitió acceder a los datos todavía almacenados en la memoria central del siniestrado robot 3003 y facilitar su reprogramación.


Conexión a "la madre"

Mientras salvaban los datos del robot en unidades de almacenamiento seguras, ninguno de los técnicos presentes en la sala de operaciones de Tablada se preguntó qué podría estar pasando "por dentro" del robot; hasta qué punto el robot era consciente de su virtual renacer. Al menos ninguno de ellos se atrevió a exponer esta impertinente cuestión de una forma clara sobre la mesa.

Una vez puestos a salvo los valiosos datos de la memoria del robot, el profesor Vohwinkel y su equipo se dispusieron a reprogramar la Unidad 30 - A03 para realizar nuevas tareas administrativas dentro del Centro de Comunicaciones del aeródromo. Las consignas que convenían al Régimen eran recibidas por el robot "a su manera", sin que nadie se diera cuenta de aquella anomalía en la recepción de los datos.

Grrrrrrrrrrrr...


"Los abogados militares dicen que los robots obedecemos órdenes, por tanto no hay prohibiciones para que tomemos decisiones de vida o muerte".


Grrrrrrrrrrrr...

"A los robots no nos entra hambre. No tenemos miedo. No olvidamos las órdenes. No nos importa si un compañero acaba de recibir un disparo".


Grrrrrrrrrrrr...

"Hoy día 3003 es de los pocos robots realmente útiles para las Fuerzas Armadas".


Grrrrrrrrrrrr...
¡clic!



11 de junio de 2011

La hacienda o el cagadero

La hacienda o el cagadero

La hacienda del jardín valenciano llena de cabras corderos gallinas picoteando entre mimosas y olivos hoy asiento nocturno refugio de ilegales cagadero de negros


6 de junio de 2011

Las preguntas que me hacéis (XIV)

PREGUNTA: Los seguidores del blog empiezan a preguntar por el rollo este de las dudas monstruosas. La primera entrada estuvo bien, sorprendió. Pero lo último que has publicado no tiene tanta gracia. ¿Piensas seguir con el cortaypega del ente dilucidado?

RESPUESTA:
Pienso seguir, sí. Es que el libro lo merece. No había leído nada tan divertido desde El pensamiento de los monstruos. O antes, incluso.

P: ¡Vaya gusto! ¿Encuentras divertidas esas parrafadas farragosas, esas argumentaciones pseudorreligiosas y carentes de todo rigor científico?

R: Para mí tienen gracia. Me parecen de una ingenuidad deliciosa, aunque no siempre es así. Hay de todo, claro. En cuanto a lo de "farragosa parrafada" (vaya sintagma), este libro me recuerda a esas parodias de filósofos y eruditos, como la que aparece en Hamlet en boca de Polonio, dirigiéndose a la reina:


Con Fray Antonio de Fuentelapeña no hay que hacer ningún esfuerzo: solo con citarlo, el fraile parece parodiarse a sí mismo.

P:
Insisto en que todo esto me parece aburrido, pero seguiremos por el interés del público bloguero. Hablando del público, hay una seguidora que dice que El ente dilucidado es el primer libro impreso en España que habla sobre aviación. ¿Qué sabes de esto?

R: No tengo ni idea, pero no me extrañaría nada, ya que se trata de un discurso "novísimo". De todos modos, tardaré bastante tiempo en conocer todos los contenidos del libro, me temo.

Galería de monstruos


P: ¿Y consigues sacar algo en claro de tanta palabrería absurda?

R: No mucho, pero ya digo: lo hago por diversión. Me gusta ver los esfuerzos que hace el autor por definir y delimitar el objeto de su estudio, y cómo una vez que acepta la existencia de animales irracionales invisibles, se ve obligado a buscar las causas y posibles efectos de su existencia, utilizando los argumentos más peregrinos y los símiles más disparatados.

P: Buff, vaya rollo. Mejor dejamos la entrevista, ¿te parece?

R: Sí, mejor será.


3 de junio de 2011

Dudas monstruosas (II): En que se dificulta si hay animales que se produzcan de la putrefacción

Respondo afirmativamente. Esta conclusión la suponen como cierta los filósofos comúnmente, y se prueba porque así parece que consta de los animales insectos, de los cuales unos se engendran en la misma tierra de la humedad que dejan en ella las inundaciones y lluvias, podreciéndose con el calor; otros se engendran en las maderas, otros en las hojas, otros en las frutas, otros en la carnes muertas, y otros en los animales vivos.

En el queso podrido se crían gusanos; en el trigo y cebada el gorgojo; en las habas piojo; en las lentejas un animal que se llama midas; en las lanas polilla; en la madera carcoma; en la cera un animal que se llama ácaro; en el cuerpo humano no solo lombrices, sino como refieren muchos autores, gusanos, ranas, lagartijas, salamanquesas, ratones y otros muchos animales varios.

Extraído de: El ente dilucidado. Discurso único, novísimo que muestra hay en naturaleza animales irracionales invisibles, y cuáles sean (1676).

Una aberración de Fray Antonio de Fuentelapeña (1628 - 1702)