17 de octubre de 2010

Fuga en Tablada (I)

¡Anda que no se iba a escapar el robot ni ná! O por lo menos intentarlo, que es lo que hizo aunque no le valió de mucho. La estructura que le mantenía inmovilizado frente a la mesa metálica era demasiado rígida como para poder liberarse de ella.

"Potro de tortura" diseñado por los técnicos militares
para mantener inmovilizado al robot 3003


Frente a él, todos los instrumentos de comunicación y seguimiento del vetusto aeródromo ululaban alocados al sentir la enorme tensión que la máquina provocaba en su intento de fuga, pero todo su empeño resultaba inútil.

El sofisticado sistema de anclaje constaba de dos pares de clavos "inteligentes" que tenían sujeto al robot como si hubiera nacido soldado a aquella plataforma. Estos clavos estaban provistos de hasta doce sensores que enviaban ondas electromagnéticas al receptor instalado en la cabina de guardia de la sala de comunicaciones. Si la presión subía por encima de lo esperado, o el sensor sufría algún tipo de torsión, calentamiento o golpeo, una señal de alarma se activaba y rápidamente recibía la visita de los soldados de turno. Mal rollo.

Clavos "inteligentes" del sistema de anclaje

Le resultaba imposible interferir la señal de aviso, porque su transmisión era por cable. Pero tal vez podría encontrar la manera de calentar precisamente esos cables hasta provocar un cortocircuito. Era una posibilidad. Se podía hacer.

Las conexiones de la sala de control podían convertirse
en el punto débil de aquella cárcel para robots