El cuatro de julio, recién llegado a esta tierra de maría (como diría el Ure), quedo con mi hermano Paco para ir a un ensayo de Malandro, antes Leandro Gado. Por supuesto que voy con Paco a donde haga falta, pero me preparo para lo peor: todavía recuerdo el último ensayo al que asistí de su banda anterior, allá en los locales de la plaza del Pelícano. ¡Qué horror!
Pero no, ahora la historia es otra y pude reunirme con los Malandro en unos magníficos locales que existen por ahí, por San Jerónimo. Una gozada.
- Aquí han ensayado los Ofunkillo, y Raimundo, y Tamara la que canta, no la petarda esa, - me dice orgulloso Antonio, el dueño, mientras me despacha una litroncita fría.
Locales buenos para buenos músicos. Leandro, Raúl, Paco y Agu forman una banda más que interesante. La primera vez que los escuché (como Leandro Gado) fue gracias al poft que Elevalunas colgó en Nosoloimpulsos y que reproduje en el ojo del boticario en septiembre del año pasado, cuando debutaron en la sala El Canalla.
Pero no, ahora la historia es otra y pude reunirme con los Malandro en unos magníficos locales que existen por ahí, por San Jerónimo. Una gozada.
- Aquí han ensayado los Ofunkillo, y Raimundo, y Tamara la que canta, no la petarda esa, - me dice orgulloso Antonio, el dueño, mientras me despacha una litroncita fría.
Locales buenos para buenos músicos. Leandro, Raúl, Paco y Agu forman una banda más que interesante. La primera vez que los escuché (como Leandro Gado) fue gracias al poft que Elevalunas colgó en Nosoloimpulsos y que reproduje en el ojo del boticario en septiembre del año pasado, cuando debutaron en la sala El Canalla.
La crítica de Elev era de lo más acertada: los ritmos de Malandro sirven lo mismo para tomarse una cervecita con caracoles an cá Gerardo que para beberse un gintonic en Matalascañas. Y como ya tienen disco en la calle, merece la pena comprarlo (barato), porque se le saca partido.
Se disfruta.
Se disfruta.