
(De la serie Melilla cerrada)
En mi casa no hay cerrojos ni candados. Al construirla pensé que sería mejor así, para que los dragones pudieran salir sin hacer demasiado ruido y los sueños se quedasen dentro, turbados a veces por otros afanes -esos, sí- que se cuelan por cualquier parte y me impiden recordar por qué no puse candados en mi casa.