A veces nos reuníamos en los hangares de Cuatro Caminos, donde me instalaron provisionalmente. Angelita se quedaba mirando la pista vacía, y allí permanecía cantando una vieja canción que a nadie gustaba, pero que parecía devolverla a tiempos ya lejanos. Su torpe tarareo delataba lo harta que estaba de secretos, informes, de hoteles de tercera y militares que la miraban e intentaban denigrarla. Cuando terminaba de canturrear, siempre repetía: ¡Qué tiempos aquellos!

Nuestros técnicos "jesuitas" en Bawijti pudieron recargar las baterías del 3003, lubricarlo y repararlo en gran medida. Era gente muy buena. Le apañaron un carrito de bebé y eso nos servía para transportarlo de aquí para allá. Todo aquello resultaba un tanto ridículo.
Una vez asegurado el material, desde Madrid prepararon y financiaron el siempre complicado viaje de vuelta. En Barajas nos recibieron como verdaderas mártires. Bajamos las siete monjitas, Dolores la camarera, una enfermera y yo. Allí estaban el Ministro Serrano Súñer y el Obispo de Madrid, también el alcalde y otras personalidades. Flores y banda de música.
Después de resolver mis asuntos en el Ministerio, me retiré al Monasterio de Santa Clara en Toledo, donde permanecí casi un año. Por fin resolví volver al sur, porque el frío del interior me sentaba mal. Solicité mi traslado a las Esclavas de Sevilla, y aquí continúo, dando clases de Ciencias Naturales a niñas del centro.
Del U-03 no supe mucho más. Realmente estaba inservible para el Ejército. Creo que lo reprogramaron como robot agrícola para las granjas de Badajoz. En 1956 o por ahí consiguió instalarse en algún pueblo del Aljarafe sevillano, con su paguita y su asistencia social. No lo he vuelto a ver, pero es posible que mantenga contactos dentro de la Congregación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario